jueves, 11 de abril de 2013

El colesterol y los triglicéridos, factores que aumentan el riesgo de padecer Alzheimer o demencia vascular.

La enfermedad de Alzheimer (EA) es un trastorno neurodegenerativo caracterizado por alteraciones en placas beta amiloides (βA), redes neurofibrilares y pérdida neuronal. El colesterol está relacionado con la formación de estas placas, que si se depositan de forma anómala provocan inflamación crónica que lesiona irreversiblemente las neuronas.

El mecanismo por el cual el colesterol puede ser un factor de riesgo de padecer EA, está en relación con la apolipoproteína E (ApoE), la cual es la Apo más prevalente en el sistema nervioso central, esta, participa en el transporte de las  βA, así como el colesterol, siendo este esencial en la estructura de las membranas y la mielina, por lo que es fundamental para el buen funcionamiento neuronal. Por otro lado el exceso de este colesterol así como de grasas saturadas, disminuye la fluidez de la membrana celular, propiedad que es imprescindible conservar para el correcto funcionamiento de las células cerebrales, puesto que su actividad depende de la entrada de neurotransmisores a través de los receptores de membrana.

Otro de los motivos por los cuales la hipercolesterolemia y la hipertrigliceridemia puedan aumentar las posibilidades de padecer EA y demencia vascular es, la enfermedad cardiovascular arteriosclerótica que se asocia a altos niveles de colesterol y TG. La entrada de colesterol al cerebro está regulada por la barrera hematoencefálica, si esta se ve afectada por una lesión vascular, podría permitir la entrada de cantidades excesivas de colesterol y lipoproteínas, y ello a su vez podrían provocar acúmulos excesivos de colesterol en la membrana, los cuales interaccionarían con los enzimas del catabolismo de βA.

Tengo que puntualizar que la reducción de colesterol puede tener un efecto preventivo sobre el desarrollo de la demencia, pero no existe evidencia que su descenso pueda resultar en una mejoría cuando la demencia se encuentra ya establecida, por lo tanto, una vez más, es mejor prevenir que curar.

No obstante, la evidencia actual, sugiere que un estilo de vida sano, físico, mental así como unos hábitos dietéticos saludables podrían constituir una buena defensa contra el envejecimiento cerebral y el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas.




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